El 24 de marzo de 1882 Roberto Koch comunica a la Sociedad de Fisiología de Berlín su descubrimiento del Mycobacterium tuberculosis y su papel etiológico en la tuberculosis (TB), dando por sentadas las bases del método científico a través de sus postulados. Aunque han transcurrido 132 años, es un lapso exiguo comparado con la antigüedad del bacilo de Koch. Se calcula entre 2 y 3 millones de años más antiguo que el Homo sapiens.
Existe en la actualidad un fósil viviente entre las cepas “modernas”, el M. Canetti, que genéticamente se considera una forma ancestral del bacilo. Esta larga convivencia con los mamíferos le da la gran ventaja de su admirable adaptación a los mecanismos defensivos de hombres y animales. La capacidad del bacilo de infectar fácilmente (1/3 de la población mundial lo está) asociada a un menos frecuente desarrollo de enfermedad le ha permitido sobrevivir a lo largo de los siglos.
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